Todos los
días esconden nombres bajo sus números, sólo unos pocos se entienden
merecedores de ser proclamados hijos predilectos del mundo. Seres vestidos de
punta en blanco, transformados en dinero, incapaces de saber que la dignidad
posee un cierto significado en este mundo y no en otro paralelo. Asesinos sin
puñal ni pistola, con insignias en despachos burocráticos, con cuentas B y
grandes depósitos bancarios. Asesinos,
ese es vuestro calificativo, tras cada firma derrumbáis un destino.
Decidme, ¿cuántos de vuestros estragos tendrán que
seguir soportando el niño enfermo, la familia sin alimentos, el anciano
luchador con recortada pensión y sin derecho a resarcimiento?
Decidme,
para cuándo, más o menos, os concienciaréis del poder que ostentáis y de las
soluciones que no marchan en funcionamiento. Para cuándo existirá un mundo
gobernado por sabios consejos, en el cuál ande derrocado la fuerza del dinero y
ustedes no conozcan la impunidad del derecho.
Para cuándo evolucionará la individualidad hacia un único objetivo
concreto.
Alba Sarah.
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