No es capaz de transcribir el ensordecedor ruido que retumba en su cabeza cada vez que intenta explicar a qué viene tanto dolor detrás del esternón y esa nausea de angustia en el estómago. Como si hubiese tanta contrariedad en un mismo cuerpo que los sentimientos y las ideas se agolpasen en cada recodo de su alma dejando un gran vacío central y en cada denodado intento de verbalización saliesen de su rincón vibrando y chillando y convirtiéndolo todo en un absurdo e incomprensible baile de voces.
Día
tras día se atraganta con su propia
incredulidad, dudando hasta lo patológico, destruyendo la realidad, porque todo
le parece fementido e ilusorio, todo de paja, su razonamiento de fuego. Habita,
entonces, en una estepa devastada, inhóspita y fría y desde sus trincheras de
polvo espía al resto de humanos con una mezcla de misantropía y amor fraternal.
Así, a partes iguales, desea el aislamiento tanto como la presencia de otros
seres y los ama encarnizadamente y los detesta tanto como a sí misma. Los ama encarnizadamente porque no conoce
otro tipo de amor que esa promesa temprana que le hicieron sus padres del
mundo.
A veces
hace consciente su individualidad y le parece extraño ser esta y no otra ni otro,
le parece una empresa maligna el que tan solo podamos ver por unos ojos y
pensar con un solo cerebro, le extraña su propia corporeidad como un marciano
recién llegado a la tierra, y se ríe. Se ríe de lo cómico que es toda esa
humanidad subordinada a la cultura, subordinada a una época, subordinada a la
ciencia, a la fe, a la decadencia de un siglo, se ríe de su propia e inmensa
subordinación. Acaba en una mueca lamentable.
Otras
veces se deja llevar. Pretende rellenar sus oquedades con sentidos de prestado,
así, se finge artista o escritora, o gran lectora o estudiante ejemplar. Incluso
predica optimismo y espiritualidad, se imagina salvando el mundo en quijotesca
aventura, se imagina entregándose, amando a discreción como solo ella puede,
como le han enseñado, sin dar cabida al miedo ni a la sensatez ni a la mesura.
Pero vuelve ese dolor amargo, ese vacío y las voces y le hablan de incapacidad,
de egoísmo, de límites y angustia
Se
siente lejos, muy lejos. Se burla, esta vez sin risa, de su deseo de
trascender, de su egolatría, de su torpe visión del mundo, de su impertinencia
hablando de si en tercera persona como si así lograse traducir el ruido, ese
festival de contrarios con su danza frenética.
Joder, es maravilloso. En serio, de lo mejor si no lo mejor que te he leído nunca. Explica de forma muy precisa y bonita cosas que son muy muy complejas, casi asusta. Obra maestra.
ResponderEliminarGracias Moha, qué grande eres.
EliminarMira que he leído en este blog, desde el día en el que descubrí al Colectivo y a todos los que le dais vida, escritos que simplemente me han gustado, ya sea por una cosa o por otra; otros que han conseguido hacerme sentir identificada, otros que han logrado emocionarme y otros que, en un día de perros, han conseguido hacerme sentir notablemente mejor con tan solo palabras unidas cobrando sentido. Este, señorita, ha hecho además que no pueda guardarme mis impulsos de darle a "comentarios" y, en este caso, aportar el mío. Mi más sincero "guau".
ResponderEliminarBella contradanza, Fela. Interesante como tú. ¿Este sería un principio? Salir de sí para hablar de sí sin ser, siéndolo. Todos y nadie. Sensibilidad e inteligencia a partes iguales. Ojalá que la efímera exhibición no te acabe por pervertir y mute a insustancial lo que quizá algún día pudiera ser semilla prendida de contrapoder. No te entregues, que no te dobleguen los brillos ni los ruidos. Sabrás. Salud
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