Esto no es verdad
Después de comer recogió la mesa, como solía hacer desde que había salido de casa de sus padres para vivir en un piso de alquiler durante sus estudios y descubrió lo jodido que era mantener el orden y la limpieza en una casa. Ahora procuraba ayudar a su madre en los días que pasaba en el hogar familiar, como en ese momento. Era verano, y estaba de vacaciones, aunque en realidad se trataba de un régimen de ayuno diurno y estudio de madrugada, ya que el año académico no había sido tan productivo como debería.
Eran las diez y media cuando subió a la planta de arriba para coger el ordenador y entretenerse hasta que apareciera el sueño, algún plan o ganas de estudiar. Fue lo segundo lo que le evitó una noche más de desvelo inmerso en el infinito océano digital de internet.
Al iniciar sesión en una de las redes sociales en las que había caído -por algo las llaman redes- Tenenbauns le dio el aviso: esa noche iban a ir al ''sitate'' a mirar las luces que traían a todo el mundo como loco. Habían aparecido una semana antes, como de la nada, y en todo el mundo se había formado un revuelo de la hostia. Al fin y al cabo jamás en la historia de las personas se había producido algo semejante.
Una ducha rápida. Algo de abrigo, ya que en el descampado al que se refería su amigo en el mensaje solía hacer frío durante la noche, sobretodo cuando el viento húmedo de levante subía colina arriba desde la bahía. Bajó a la plata de abajo, se despidió de sus padres y cogió las llaves. Algo le decía que debería darles un beso, que no estaría de más, pero aún así no lo hizo. Cogió su desvencijada bicicleta y salió en dirección San García.
La llamaba Mirtel la Llorona, porque hacía todo tipo de ruidos. Además solo disponía como sistema de frenos las suelas de sus zapatillas, ya que la había montado de piezas de otras bicicletas y todavía faltaban componentes por montar. Pero no se resistía a pasear montado en ella, había un placer especial en ir dando el cante, y además sentía que podía permitirselo, que esa era su ciudad. No sabía hasta qué punto es difuso el concepto de propiedad y su legitimidad. Pronto descubriría que la muerte es lo único que legitima el dominio.
Pasadas las once llegó al lugar. Dejó su bicicleta entre los arbustos, a ciegas por la poca iluminación de la zona. Pero para llegar hasta donde estaban sus amigos tubo que sortear varios grupos de curiosos allí reunidos por los mismos motivos. Incluso estuvo a punto de pasar por encima de un grupo de chicas que se sentaban sobre el césped en la oscuridad, pero en el último momento pudo sortearlas -no así las risas y los comentarios a su torpeza.
-¿Qué dise el Deluzije?- era la voz de Tenenbauns, que le saludaba desde la penumbra. Con él estaba Historia, ambos sentados en un tronco de dimensiones considerables, tras un arbusto que los tapada de la multitud y tenía una vista privilegiada de la bahía.
-Aquí estamos, una noche más, a ver qué pasa.
-A ver, a ver -dijo Historia- a lo mejor esta es la noche ya por fin nos enteramos de qué va esto.
-Mi padre dice que son los americanos -dijo Deluzije- Yo le he dicho que si son ellos que porqué van a rodear sus propias costas también, pero pasa de mis argumentos. Moro viejo.
Sus dos amigos se rieron ante este último comentario.
Pasaron una media hora charlando, fumando y compartiendo una bolsa de regaliz rojo que iba menguando a la misma medida que lo que fumaban. A pesar de la multitud no había de qué ocultarse: en casi cada grupo que allí se encontraban se podían observar luciérnagas rojas brillando y soltando olorosas estelas de humo. Pese a sus suposiciones la noche era calurosa, y notaba la camiseta empezando a humedecerse de sudor en la espalda, así que decidió quitársela.
Entonces Tenenbauns volvió a comentar lo que días antes había estado diciendo: la hipótesis de los visitantes del espacio exterior.
-Po yo digo que son alienígenas, venusianos o marcianos o de más lejos todavía.
-Eso son tonterías killo, si fueran alienigenas lo habrían dicho en cuarto milenio- respondío socarrón Deluzije.
-Ya ves- afrimó Historia- Yo creo que tiene que ser alguna cosa rara de la atmósfera. Con toda la contaminación que hay en el campo de Gibraltar y las refinerías y tal.
-Pero killo, entonces no estaría en tos laos, ¿no?- argumentó Tenenbauns, que se notaba molesto tras haber sido desacreditado de aquella manera.
-Y si son alienigenas, ¿de qué palo creéis que vendrán?.
Deluzije hizo la pregunta, pero ninguno de sus acompañantes quiso responder, o no supieron, o no les apeteció. Así que se sumieron de nuevo en el silencio, solo interrumpido por el crepitar del tabaco desmenuzado. Unos minutos después se volvió a romper el silencio.
-¡HOSTIA PUTA! ¡LO HABÉIS VISTO!
La pregunta quedó enmascarada por las múltiples voces que se alzaron a su alrededor. Todos lo habían visto. Todas las personas del descampado, todas las personas que miraban a través de las ventanas de sus casas, todos los que se arremolinaban en otros descampados y planicies una noche más. Un inmenso resplandor cortando la noche, mucho más difuso que un rallo e infinitamente más brillante.
Pasaron los minutos y con ellos pasó la excitación del gentío, aunque no totalmente. Pero las voces volvieron a cobrar fuerza de nuevo, sacudidas por una nueva ola de entusiasmo y nerviosismo: en las radios de los coches aparcados no muy lejos los noticieros informaban de que se habían detectado algún tipo de aeronaves acercándose hacia la costa. Al parecer habían aparecido de la nada justo tras la desaparición de las figuras luminosas. En su lugar.
El silencio que dominaba las gargantas de los tres amigos reunidos sobre el tronco caído desapareció:
-¡HOSTIA PUTA! ¡LO HABÉIS VISTO!
La pregunta quedó enmascarada por las múltiples voces que se alzaron a su alrededor. Todos lo habían visto. Todas las personas del descampado, todas las personas que miraban a través de las ventanas de sus casas, todos los que se arremolinaban en otros descampados y planicies una noche más. Un inmenso resplandor cortando la noche, mucho más difuso que un rallo e infinitamente más brillante.
Pasaron los minutos y con ellos pasó la excitación del gentío, aunque no totalmente. Pero las voces volvieron a cobrar fuerza de nuevo, sacudidas por una nueva ola de entusiasmo y nerviosismo: en las radios de los coches aparcados no muy lejos los noticieros informaban de que se habían detectado algún tipo de aeronaves acercándose hacia la costa. Al parecer habían aparecido de la nada justo tras la desaparición de las figuras luminosas. En su lugar.
El silencio que dominaba las gargantas de los tres amigos reunidos sobre el tronco caído desapareció:
-¡¿Tú te imahina que viene de verdá?!- gritó Tenenbauns, aunque ese era su tono normal exclamativo, pero con algo distinto, una especie de chirrido.
-Sí, cabezones y se mueren con la música, como en la peli.- respondió Deluzije, haciendo acopio de todo el sarcasmo que un creciente desasosiego le permitía.
-¿Qué peli? -preguntó Historia.Algo hacia pensar a Deluzije que la pregunta solo se basaba en una imperiosa necesidad de hablar.
-Mars Attacks. -respondió mientras se ponía la camiseta.
Siguieron un rato callados. Historia miró el reloj de su móvil. Había dormido poco porque ha tenido que salir esa misma mañana fuera de la provincia, para realizar trámites referentes a sus estudios. Había estado viajando por la costa, así que en lugar de dormir durante el viaje, prefirió mirar al paisaje, echarles un vistazo a las figuras brillantes que flotaban en todo el horizonte marino.
Tras unos momentos de reflexión decidió que era hora de irse, así que se levantó del tronco. Cuando extiendó la mano para despedirse de sus dos amigos Tenenbauns le retuvo diciéndole:
-Killo, ¿no has escuchao? Que se están acercando picha.
-Ya pero, a mi me suena a trola, y yo estoy to cansao. Además he discutido...
No llegó a decir más, y si lo dijo, nadie lo oyó: desde la bahía aparecieron flotando unos discos aplanados y brillantes, como dos platos metálicos colocados uno sobre el otro de manera que ambas convexidades quedasen mirando hacia arriba y hacia abajo. Genuinos platillos voladores, ovnis. Y con ellos los gritos de asombro, miedo y curiosidad de las personas reunidas en el descampado. Todos miraron atónitos los discos que flotaban sin hacer un ruído sobre el agua del mar. Todos admiraban su suave movimiento hasta que un coche que viajaba por la carretera del Faro -solo visible por la luz de sus pilotos delanteros- explotó con un chasquido metálico que los alcanzó a todos cuando ya ardía como una tea. No sonó más fuerte que un petardo hecho explotar lejos de uno, y el sonido se asemejó al que hacen las pompas del papel de embalaje cuando se las hace estallar bajo la presión de los pulgares. El vehículo rodó unos quince metros por la ballenera hacia las rocas bañadas por el mar, donde se ahogaron las llamas bajo el acoso las olas. Entonces la preocupación tomó el lugar de la curiosidad y el miedo se deslizó entre la maraña de personas como un ente viscoso y pegajoso que los impregnaba a todos y que se hacía fuerte en su interior.
La noche volvió a iluminarse, pero esta vez con una luz mucho más conocida. Una gran llamarada se alzó desde el paseo marítimo e instantes después llegó el sonido de una gran detonación. Esta vez sonó como fuegos artificiales muy cercanos. Y el sonido venía acompañado de algo más, algo tenue pero que helaba la sangre: gritos, muy débiles, pero reconocibles. La gente en el paseo estaba gritando. Y de repente otra detonación. Nadie vio ningún proyectil, nada que saliese de los platillos voladores. Y sin embargo otra inmensa llamarada se alzó, y junto a esta otra muchas que recorrían el paseo marítimo desde más allá del río Pícaro hasta la punta de San García, límite oriental de la playa. Densas columnas de humo empezaron a surgir, unas oscuras como cuando se queman plásticos y otras más claras, casi como polvo en suspensión. Ya no se escuchaban gritos sino el crepitar de las llamas que tras la primera explosión se asentaban en los edificio demolidos por una suerte de proyectiles invisibles que trituraban por igual hormigón, acero y -como pronto descubrirían Historia y Deluzije- carne.
La muchedumbre estaba en silencio, totalmente hipnotizada por el demencial e irreal espectáculo que observaban a medio kilómetro de distancia. De súbito algo invisible hirió uno de los bloques de edificios rojos y amarillos de una urbanización llamada Los Jardines. El bloque de pisos quedo atravesado de parte a parte por un inmenso agujero de unos tres metros de radio y aún quedó fuerza en la trayectoria descendente de la bala para arrancar parte de la fachada del tercer piso del bloque colindante. El acero y el hormigón crujieron y se quejaron con sonoros aullidos. Pero solo durante un segundo, pues al segundo siguiente fue la carne la que bramó: la de personas que gritaban allá abajo, en la urbanización y la de los que se encontraban en el descampado en tan extraño trance hipnótico. Entonces se produjo la estampida. Entonces y solo entonces fueron conscientes de lo que los golpeaba y de la fuerza con la que lo hacía.
Las casas unifamiliares de las varias urbanizaciones clavadas en la pendiente de la colina empezaron a estallar como hormigas bajo una lupa bien enfocada. La destrucción se extendió como las ramas de una planta trepadora, veteando el paisaje de fuego y humo. A lo lejos se podían ver personas corriendo despavoridas hacia el interior de San García. Los platillos avanzaban con un movimiento imperceptible pero rápido. La gente en el descampado desapareció en una masa de locura galopante hacia... ¿hacia dónde? ¿Dónde esconderse? ¿Hacia donde escapar?
-¡Tengo que ir a mi casa! ¡Tengo que ir con mis padres joder!- bramó Deluzije. Pero nadie le escuchaba. Su voz se perdía entre el sonido de la destrucción de lo que hasta unos minutos antes había sido su barrio.
Tenenbauns estaba clavado en el sitio, con la boca abierta y pálido como una hoja de papel. Deluzije se lanzó hacia su bicicleta, y fue eso lo que le salvó de morir en ese mismo instante. Él no lo vio, pues se había dado la vuelta buscándola, pero en ese preciso momento uno de los látigos invisibles se extendió desde la parabólica- así llamaban los chicos de la urbanización Especial Getares a una zona de jardines en la que solían reunirse. Ya no se reunirían nunca más allí. Ya no había tal sitio. La fuerza del proyectil se extendió sobre la colina en la que estaban. Para cuando el intenso olor y el calor le hicieron darse la vuelta solo quedaba de Tenenbauns el rastro oscuro de la combustión instantánea y jirones no más grandes que un paño de cocina de la camiseta que había llevado puesta. Un grito demencial se apoderó de su garganta. Miró a la cara a Historia. Estaba congelado en una expresión de horror y se retorcía en violentas arcadas. Esa fue la última vez que se vieron.
Voló rápido hacia el ambulatorio , donde torció hacia la izquierda para dejarse caer por la pronunciada pendiente de la urbanización Nuevo San García. Su maltrecha Mirtel no tenía frenos, y a punto estuvo de chocar varias veces con los coches que abandonaban el lugar a gran velocidad. No lo pensó dos veces al ver una de las verjas metálicas abrirse a su derecha y dirigió hacia allí el manillar que chirriaba frenéticamente, como apremiándole.
Mala decisión. En ese mismo momento un pequeño Fiat Punto salía de la puerta a toda velocidad. No notó el impacto contra el suelo. Su cabeza chocó con tanta fuerza contra la luna delantera del coche que ya estaba inconsciente cuando su cuerpo rodó por el margen derecho de la calle. La bicicleta salió despedida hacia atrás incrustándose contra la verja a medio abrir. Ese sería su último lugar de reposo. El coche no paró. El caos ya llevaba mucha ventaja en la mente de las personas que no sabían qué estaba pasando, por qué estaba pasando o si quiera era real lo que pasaba. Allí, en Algeciras, en el maldito culo del mundo, había empezado algo que escapaba a cualquier tipo de lógica.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Estás a punto de escribir un comentario en el Colectivo! ¡Es un momento muy importante para ti! y un gesto de agradecer por nuestra parte. Recuerda ser todo lo respetuoso que te sea posible y sobre todo ten una buena dicción. Si es necesario busca las dudas en Google. Hagamos de internet un mundo más legible.
Gracias.
Atentamente: el Departamento de moderación y buenos hábitos de C.A.