Basta
con que una filigrana del aire haga vibrar
mis dos
grandes orejas,
para que
mis voces a su vez empiecen a hervir
en la
boca de mi estómago
¿Qué no
hará el ácido de la vida en las paredes de nuestras vísceras?
¿A
dónde irá a parar mi vomitera?
Si el
único vino que bebí es el que mi propia mente escancia.
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