Pages

domingo, 10 de febrero de 2013

Cómo hacer la noche con cinco euros.

Llegar a casa, saludar a los padres, disfrutar del hogar tal y como siempre ha sido.
Pedir permiso; concedido. Contactar con Alejandro, quedar.
Prepararse: vestirse, calzarse, el mp3, los guantes, la bufanda. El kit de supervivencia básico, el uniforme de trabajo.
Pillar las llaves. Un beso a mi madre y un beso a mi padre. Salir.
100 metros de acera hasta la rotonda, a las 22.00 he quedado para que me recoja. A las 22.00 estoy helándome frente al lugar convenido. Coches y más coches, gente que existe en mis ojos durante 3, quizás 4 segundos. En mi oído suena música oscura que pone banda sonora a tanto automóvil, casi como si... da igual, llega Alejandro. A las 22.09 estoy montado en el asiento del copiloto. Saludo de rigor, enfilamos la carretera de getares, vamos al centro.


Cerca de la plaza de Neda divisamos a David. Le grito. Nos grita. Alcanzo a escuchar ''Vallhala''. Ya tenemos objetivo.
Se aleja por el retrovisor. Buscamos aparcamiento. Hecho. Ahora el paseo de rigor hasta el lugar concertado, lo de siempre.

No más de 15 minutos en la puerta del local y nos piramos a echar un futbolín. A estas alturas ya hemos reclutado a David y sus amigos. Suficientes. Al Trocadero aka otro paseo al aire libre desde el punto A al punto B. Ya me empieza a doler el jodido pie.

Llegamos. Cae el primer euro. Pero no es mio. El Dervi del siglo: partiendo la bola hasta que el moñeco se haga daño. Gritos, risas, muchísimas risas. En esto se pasan los primeros cinco minutos hasta que por fin se acaban las bolas y hay que soltar otro euro. Esta vez me toca soltar a mi. Allá va el primero de cinco.
Cachondeo padre, más que un futbolín una extensión de nuestro humor con forma de mesa con barras transversales. David saca un Chocobon, David pierde un Chocobon. ''Shokovon''. El término ruso que designa la locura colectiva o algo así.

Tras varias partidas, varios balones fuera, más de un grito por encima de lo políticamente correcto, vuelta a la calle. Del punto B al punto A de nuevo. Entramos en el Vallhala pero no nos espera una legión de nórdicos afilando sus armas para el Ragnarok. No... dentro solo hay frikis. Gordos, peludos, oscuros, ellas llevan el pelo de colores, y joder la mayoría huelen mal; pero hay una mesa libre, así que allí nos afincamos y pedimos unas cartas al camarero. Aparece Julio. Es hora de irse al cuadradito y empezar a pensar en embriagarse. Se rulan uno en lo que vamos a por litros y pipas. Caladas discretas al volver porque pasa una cosa: cuando no fumas todo el mundo te invita; cuando empiezas a fumar la gente te pide que les invites tú a ellos. Pero Julio se suele portar, a no ser que haya muchos pulmones que alimentar.

Al final, en la calle, meando en las esquinas, sembrando el suelo de cáscaras saladas y saliva. Fumando jodidos de frío mientras rulan las coñas. Cada sonido de persiana que se baja hace sospechar una visita de los guardias, pero esta noche no van a venir, hace demasiado para salir a  molestar a los chavales.
Caen dos o tres euros más en la última visita al Javi. Pipas, chocolate, un sevenUp que yo no bebo.
Vuelta al cuadradito.
Me pongo a pensar y me doy cuenta de las estaciones. Cuando uno piensa en las estaciones el estoicismo parece una perogrullada: en invierno a morirse de frío,  a sudarla en verano. Y no hay más que hablar. Te puedes adaptar, te puede gustar o no, pero es así y así va a ser. Como esta ciudad: fea, sin sentido, ridícula e incluso peligrosa, pero alberga recuerdos y amigos a montones. Es así y así va a ser.

Viaje de vuelta a casa, aprendiendo de música con Sherman:

1 comentario:

¡Estás a punto de escribir un comentario en el Colectivo! ¡Es un momento muy importante para ti! y un gesto de agradecer por nuestra parte. Recuerda ser todo lo respetuoso que te sea posible y sobre todo ten una buena dicción. Si es necesario busca las dudas en Google. Hagamos de internet un mundo más legible.
Gracias.

Atentamente: el Departamento de moderación y buenos hábitos de C.A.