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jueves, 7 de febrero de 2013

Breve juicio a Nietzsche III

Nietzsche criticaba tanto a Sócrates como a Platón por considerarlos los precursores de la moral impositiva propia de la cristiandad, o lo que llamaba la “Moral del Rebaño”. En general creo que distaba bastante de la mayoría filosófica de la Grecia clásica (¿Puede que con las excepciones de Aristóteles y Heráclito?). Según Nietzsche, el pensamiento de Sócrates y Platón intentaba eludir todo lo dionisiaco (Del Dios del éxtasis y la embriaguez, Dionisio) creando unos valores idealistas e ilusorios a la condición humana, que es lo dionisiaco, lo instintivo, el hedonismo y en consecuencia, provocando la debacle de la antigua Grecia y la posterior decadencia occidental por esa sumisión prolongada de la naturaleza humana.
Nietzsche recibió influencia de Schopenhauer principalmente por la visión pesimista de la realidad, lo que luego transmutó en una filosofía nihilista y le sirvió de precursor para desarrollar su Voluntad del Poder. Coincidían en el punto del desvinculamiento de la irracionalidad mediante el arte (los placeres estéticos) aunque fuese de manera circunstancial. (De hecho Nietzsche recurría a esto mediante su amigo Wagner) en contra de la visión religiosa que llega a este punto mediante la ascesis y la negación de la voluntad, donde solo quedaría la nada, esencialmente, lo que es la existencia para estos dos filósofos.

Sin embargo, Nietzsche utilizó la manera dionisiaca para buscar justificación a la vida en su esencia, sus desengaños y horrores, mientras según el, Schopenhauer se vió empujado en este sentido por la moral religiosa al calificar el sí de las cosas como algo feliz y exclusivo:
“Yo comprendí que mi instinto quería llevar a cabo todo lo contrario de lo que había querido el instinto de Schopenhauer: llegar a una justificación de la vida, aun en lo que tiene de más terrible, dudoso y engañoso. A tal fin yo había puesto la mano en la fórmula dionisiaca. Contra la afirmación de que un en sí de las cosas es necesariamente bueno, feliz, verdadero, único, la interpretación schopenhaueriana del en sí como voluntad constituye un progreso esencial. Pero Schopenhauer no supo divinizar esta voluntad. Se atuvo al ideal cristiano moral. Se encontró aún de tal modo bajo la dominación de los valores cristianos, que cuando la cosa en sí no fue ya para él Dios, tuvo que mirarla como mala, absurda y reprobable. No comprendió que puede haber infinitas maneras de ser diversamente y de ser dios”. 

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