Nietzsche criticaba tanto a Sócrates como a Platón por
considerarlos los precursores de la moral impositiva propia de la
cristiandad, o lo que llamaba la “Moral del Rebaño”. En general creo que
distaba bastante de la mayoría filosófica de la Grecia clásica (¿Puede
que con las excepciones de Aristóteles y Heráclito?). Según Nietzsche,
el pensamiento de Sócrates y Platón intentaba eludir todo lo dionisiaco
(Del Dios del éxtasis y la embriaguez, Dionisio) creando unos valores
idealistas e ilusorios a la condición humana, que es lo dionisiaco, lo
instintivo, el hedonismo y en consecuencia, provocando la debacle de la
antigua Grecia y la posterior decadencia occidental por esa sumisión
prolongada de la naturaleza humana.
Nietzsche
recibió influencia de Schopenhauer principalmente por la visión
pesimista de la realidad, lo que luego transmutó en una filosofía
nihilista y le sirvió de precursor para desarrollar su Voluntad del
Poder. Coincidían en el punto del desvinculamiento de la irracionalidad
mediante el arte (los placeres estéticos) aunque fuese de manera
circunstancial. (De hecho Nietzsche recurría a esto mediante su amigo
Wagner) en contra de la visión religiosa que llega a este punto mediante
la ascesis y la negación de la voluntad, donde solo quedaría la nada,
esencialmente, lo que es la existencia para estos dos filósofos.
Sin
embargo, Nietzsche utilizó la manera dionisiaca para buscar
justificación a la vida en su esencia, sus desengaños y horrores,
mientras según el, Schopenhauer se vió empujado en este sentido por la
moral religiosa al calificar el sí de las cosas como algo feliz y
exclusivo:
“Yo comprendí que mi instinto quería llevar a cabo todo lo
contrario de lo que había querido el instinto de Schopenhauer: llegar a
una justificación de la vida, aun en lo que tiene de más terrible,
dudoso y engañoso. A tal fin yo había puesto la mano en la fórmula
dionisiaca. Contra la afirmación de que un en sí de las cosas es
necesariamente bueno, feliz, verdadero, único, la interpretación
schopenhaueriana del en sí como voluntad constituye un progreso
esencial. Pero Schopenhauer no supo divinizar esta voluntad. Se atuvo al
ideal cristiano moral. Se encontró aún de tal modo bajo la dominación
de los valores cristianos, que cuando la cosa en sí no fue ya para él
Dios, tuvo que mirarla como mala, absurda y reprobable. No comprendió
que puede haber infinitas maneras de ser diversamente y de ser dios”.
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