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jueves, 11 de septiembre de 2014
La última conversación con mi padre.
Hace tiempo que no escribo, no lo voy a justificar, es un hecho. Pero ahora, ahora necesito tomar una foto del flujo constante pero efímero, del torrente de agua que fluye en mi cabeza y que cambia de forma, de cauce, de potabilidad, de meandros, de remansos, pero que siempre es el mismo.
Hace tiempo que quiero escribir sobre mi padre. Pero ahora, ahora he entendido que debo hacerlo. Esto es una intimidad, íntima no solo con respecto a vosotros, sino con respecto a mí misma pues no siempre se cómo afrontar mi pensamiento acerca de él. También (me) confieso que tenía miedo de que pudiese sonar sentimentaloide, sensacionalista, la verdad es que no se si sabéis a lo que me refiero, hablar de la muerte de un familiar en público me da cierto pudor, pero no, no quiero justificarme.
Me he atormentado puntualmente (intento evitar bastante el tema) con la idea de que teniendo en mi propia casa a un gran hombre, un sabio, murió sin que yo supiera apreciarlo, antes de que realmente sintiese la búsqueda interior más como una necesidad que como algo con lo que me identificase exteriormente (tiene gracia) y me atrajese sin saber realmente lo que significaba, más por inercia y por herencia familiar que otra cosa. En los últimos años de su vida, en la traca culmen de mi adolescencia, yo estaba más ocupada en otros menesteres. Qué desgracia ahora, ahora que me hace tanta falta.
Bueno, redundar en esta idea como veis es algo masoquista y no lleva a ningún lugar, solamente a la culpa y a un sentimiento bastante intenso de soledad.
El caso es que después de su muerte yo toqué fondo (obviamente mi fondo personal, no me tuve que desenganchar de la heroína, ni estuve en la banca rota, ni nada de eso) pero sí que fue uno de esos puntos de inflexión. Se podría decir que hubo un renacer a partir de su muerte (poético, ¿no?). Fue una época muy espiritual y todo el rollo y di pasos cruciales e importantes tanto en mi interior como en mi vida.
Es un mecanismo de supervivencia supongo, el crecerse con las dificultades.
Con el tiempo ese impulso se perdió en algún lugar del pasar de los días, perdí velocidad, desaceleré y me volví a tropezar con las mismas piedras. Soy un ser humano de manual.
Ahora estoy en otro punto de inflexión auto-infringido esta vez. Una convulsión natural después de anestesiar la propia naturaleza de uno. No puedo vivir de espaldas a la búsqueda. Diréis, ¿qué búsqueda? y yo digo la de todos o mejor ¿acaso importa? Supongo que es esa búsqueda de la que han hablado tanto y de la que se sigue hablando y de la que estoy hablando ahora mismo. Un intento de comprender(me).
Pero inevitablemente me siento desorientada y, claro, pienso mucho en él.
Entonces me ha dado por creer que de alguna manera su enfermedad y su muerte fueron su última lección. Quizás por ese afán humano de darle sentido a las cosas. Una lección que fui olvidando y que tengo que retomar. Así, siento que aún no ha terminado la última conversación con mi padre.
Probablemente siga escribiendo al respecto, quizás no. Ahora mismo me está calentando demasiado la cabeza este texto tan atípico para mí, tan largo, tan personal y tan en prosa. Es suficiente.
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