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viernes, 7 de marzo de 2014
Escrito en un momento
Tengo una bestia negra y viscosa agarrada a mi pecho y a mi estómago. Es el miedo. Un miedo ancestral y sin forma, o quizás la forma en sí del miedo, no tiene objeto. Simplemente me rebaja y se me engancha en la lengua cuando se traba, en la duda cuando destruye, me impregna la fe cuando recreo y la palabra exacta cuando escribo. Cuando se diluye y el tiempo deja de ser futuro y pasado, deseo y construcción, fluyo y todo cobra sentido. La mente ¿calla? La bestia acecha, intermitente y oscura, se me vuelve a agarrar por sorpresa.
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