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lunes, 23 de septiembre de 2013

La historia de Chell.

[Una voz en off repite un mensaje pregrabado en el que un hombre con intachable dicción explica las indicaciones necesarias para los 'tests'] ''La siguiente sala conlleva la exposición a pequeños robots militares armados. Para su información, todos los robots han sido programados para saber leer y se les ha provisto de una copia de las 'Leyes de la robótica'.Los laboratorios Aperture Science respetan su derecho a sentirse en desacuerdo con esta política''.

Caminé por el pasillo de revestimiento blanco. Una marquesina de unos dos metros se encendió en una de las paredes laterales al llegar a una curva. Ya las había visto antes, muestran un gran número indicando la sala de pruebas y una pequeña leyenda con los principales riesgos de la sala. Riesgos que yo misma acepté al presentarme a las pruebas de admisión. Ridículo.
Caídas desde grandes alturas, exposición a agentes químicos y físicos lesivos, y un pequeño dibujo que no comprendí hasta entrar en la sala. Era una silueta ovalada, sustentada por un trípode que se asemejaba a las patas de una araña, pero sin los nudos propios de las mismas. Eran curvas y salían del vientre de la figura en forma de huevo de pie. Además tenía un gran ojo rojo en el centro de una de sus caras frontales del que salía un láser como el que se usa en las armas. Estos últimos detalles solo los averigüé cuando entré en la sala y la vi por primera vez. Al principio están como en vigilancia, quietas, expectantes. Luego, cuando su láser contacta con algo fuera de lo normal, dos pequeños compartimentos laterales se abren y despliegan un par de cañones. Y una vez fijado el objetivo disparan.



Por suerte para mi, la torreta -como empecé a llamarlas- que estaba al otro lado de la sala, no pudo hacer blanco ya que nos separaba un cristal que resultó ser blindado. Cientos de impactos aparecieron súbitamente sobre la superficie haciéndome dar un salto hacia atrás y tropezar. Me maldije una y mil veces por aceptar el trabajo, por firmar tantos papeles, por necesitar el maldito dinero. Pero ya estaba hecho.

* * *

Por fin resolví el puzzle y pude activar la salida. Me sentía como una estúpida por andar haciendo lo que ellos me decían. Esas malditas figuras deformadas por el vidrio perlado que tomaban anotaciones y me vigilaban durante la 'resolución del test'. Científicos o maníacos o no sé. La infame torreta se encontraba a mi lado, tumbada sobre uno de los costados. Su piloto rojo estaba apagado y las armas de regreso a su compartimento. Se había desactivado, o más bien yo lo había hecho. Pero me resultaba difícil reconocerlo.
Hablaba. La maldita máquina hablaba. Y no eran mensajes aleatorios. Al fijarme en su objetivo por primera vez, estando al otro lado de la habitación, no la había escuchado. El sonido de las balas impactando en el cristal sofocaron su vocecilla de niño pequeño -sí, les habían hecho hablar como un niño de 5 ó 6 años-, una voz que decía cosas como ''¿Estás ahí?'' al salir de su punto de mira o que te saludaba con un formal y risueño ''¡Hola!'' cuando volvía a fijar sus armas en mí. Una maldita voz que me había dicho ''No te odio'' mientras se desactivaba. Y es que resulta que solo tenía que tumbarla, ponerla de un costado en el suelo. Algún sistema de equilibrio obligaba a la inteligencia artificial a desconectarse. A morir.
Porque... la volví a enderezar. No sé porqué, pero la volví a poner de pie para ver si se reactivaba. Mirando a la pared, por supuesto, para evitar acabar tiroteada. No pasó nada. Estaba muerta. Me levanté, atravesé la puerta de salida y como de costumbre, el ascensor me esperaba al final del corredor. Al llegar a su puerta se empezó a reproducir otro de esos mensajes. Me estaban volviendo LOCA.
''Ha completado el test de forma correcta. Por favor, continúe hasta el siguiente. Los laboratorios Aperture Science le informan de que si cree que los pequeños robots militares armados no han respetado sus derechos tal y como se expresa en la 'Leyes de la robótica' puede cumplimentar los formularios requeridos para realizar una queja formal. Nuestro personal tramitará su queja para que uno de nuestros asociados realice los trámites burocráticos pertinentes.''
Claro, por supuesto, una queja formal, sí. Asociados. Mis derechos. Ya no sabía si me hacía gracia o me aterraba. La tensión se acumulaba en mí como en un cable eléctrico buscando una toma de tierra. Estaba a punto de estallar. Pero así no se resolvían los tests, y lo único que podía hacer era resolver los tests. Había que hacer tests, por la tarta. Daba igual la muerte, las torretas infantiles, el agua electrificada -no beba el agua no beba el agua no beba el agua no beba no beba- las caídas demenciales... daba igual. La tarta, tenía que conseguir la tarta. 

* * *
[Una voz en off repite un mensaje pregrabado en el que un hombre con intachable dicción explica las indicaciones necesarias para los 'tests']
Camino por el pasillo de revestimiento blanco. Una marquesina se enciende en una de las paredes laterales al llegar a una esquina. Ya la había visto antes........ 19 de 50. Cada vez estoy más cerca de la tarta. Quiero tarta. tarta tarta tarta tarta tarta tarta tarta tarta tarta tarta tart..........I 


Portal.

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