Hoy he cumplido 16 otra vez.

Querido diario:
Quiero una novia. Guapa. Lista. Sexy.
Y sobre todo, quiero ser capaz de no alejarla de mi. De no rechazarla cuando ella me quiera. Quiero no ser estúpido en el manejo de mis sentimientos...
No, no estoy triste. Estoy atónito: ¿a cuántas me he cruzado así? No han sido la mayoría, pero las ha habido y las hay. Pero yo quiero y no quiero.
¿Cómo puede ser eso, querido amigo? Me apetecen fajitas hasta que las tengo por delante... entonces ya no molan. ¿No basta con darse cuenta del error para cambiarlo?
Hoy, como ves, no me apetece hablar de temas relevantes ni serios para la humanidad. Quiero...
Claro, no sé lo que quiero, y quizás por eso confundo el deseo pasajero con los sentimientos de verdad. Llevo años sin saber qué es estar con una mujer, y puede que este periodo de inactividad me haya hecho inexperto. Ahora te estoy hablando de forma totalmente racional, no pienses que es compasión.

Hay una chica... su pelo es hermoso, como sus ojos y su cara redondeada. Desde luego físicamente es exuberante. Y me muestra cierto afecto. Podría decirse que somos amigos. Pero me da miedo intentar algo más. No, no es inseguridad ni mucho menos. El miedo se basa en que no quiero que ella sienta algo más por mi, porque entonces creo que yo dejaría de sentir lo que siento por ella. No soy muy emotivo. Mis sentimientos no son el amor y la pasión: son débiles y quebradizos, como las hojas secas que me encanta pisar para escuchar cómo crujen. Si sopla un nuevo viento se van.
Ella es como ese placer. Una imagen mental de algo hermoso. Pero es tan importante el objeto como el sujeto. Es decir, ella es hermosa, pero mis ojos pueden transformarla en la más vulgar si mi cerebro se lo ordena. Es injusto, porque ella no cambia, soy yo quien la transforma. Y yo siempre tengo la razón cuando discuto conmigo mismo.

La besaré de forma inesperada, y no se qué prefiero: que me rechace o que me bese con más fuerza. Y al final siempre habrá motivo de queja.