"Y mandó Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás." Gn 2, 16-17
No soy viejo, pero tampoco soy un niño. Ya tengo años suficientes para hacer reflexiones sobre las cosas que he visto, y tengo la costumbre de ser muy observador por lo que puedo decir que he visto bastantes cosas.
No quiero sonar melancólico ni quiero que esto sea una oda de anhelo a tiempos pasados que fueron mejores, porque no lo fueron, fueron diferentes y si tengo mejor recuerdo no es más que por pura distorsión de la perspectiva, pues objetivamente ningún tiempo puede ser mejor que el que vivimos pues no existe. Igualmente creo que si ahora vivo un mal tiempo no será más que por esos mejores tiempos de modo que tampoco son buenos tiempos si no causa de un mal tiempo.
Dejando la cuestión de los tiempos mejores y peores, hoy algo ha aparecido en mi cabeza, que normalmente funciona así, una aparición casi divina me hace pensar en algo y empiezo a hacerme preguntas que me acaban jodiendo más de lo que ya podría haberlo estado. Empecé pensando en como algunos rompieron sus vidas, amigos aquellos con los que crecí durante años, una adolescencia en las calles de una provincia pobre de un país pobre que se cree rico, no es que fuéramos de barrios marginales pero desde luego tampoco hemos sido nunca clase alta, ni de lejos; y en la clase media nunca he creído. Visto así, puede que los problemas de esa edad sean obvios y ahora los vea como algo que sé que pasa, pero cuando lo pienso de forma fría y calculada es cuando más cálida se vuelve mi mente y con más pasión llora a aquellos que se fueron quedando en el camino, aquellos que tenían grandes vidas por delante, pero por la mierda que nos rodean se decidieron por caminos que son distintos, caminos que si los ves ahora, aunque parezcan ser felices no son más que la ilusión de peces en un estanque cerrado, peces que se van asfixiando poco a poco en un agua que se pudre día tras día.
Y yo los he visto caer ahí, no es la primera vez que pasa, desde luego, pero es la primera vez que yo soy consciente de que esas cosas pasan y de que a mi me ha pasado, he perdido amigos. Y no porque no los quiera, si no porque la vida me los ha arrebatado, se los ha llevado con sus encantos de puta barata de rabal, con esos falsos encantos que acaban dejándote en la ruina y en la mierda más putrefacta que jamás conocerás, y sin embargo no son conscientes de ello.
Cuando regreso allí los veo, los saludo y los abrazo efusivamente, no por lo que tenemos, si no por lo que teníamos, porque ya no hay nada, tan sólo un vago recuerdo de algo que fue precioso, una amistad adolescente, un amor de hermanos que se criaban entre sí, que aprendían a ser personas, que luchaban contra las mierdas que la vida nos ponía delante, y aunque no fueran muy difíciles en comparación con otras vidas es claro que para nosotros eran las mierdas más mierdas que podía haber en el jodido mundo. Desde luego, como en toda lucha, en toda guerra hay bajas, y en esta no podía ser menos, en nuestras vidas vamos a perder gente nos guste o no, y esta es la justificación más simple que podemos darnos para poder dormir tranquilos y volver a nuestra preciosa realidad y seguir adelante con otros problemas mucho más importantes.
Pero desde luego a mi nunca me han gustado las cosas fáciles, simplemente porque no, yo he llevado una vida distinta y no me siento superior ni inferior, de hecho me gustaría tener muchas cosas que ellos tienen y yo no tengo o no podré tener por el camino que elegí. Lo que no puedo negar es que me siento diferente, me he separado de ellos, se ha producido un abismo insalvable entre nosotros y ya no habrá manera de arreglarlo. Y eso es lo que me duele, ese espacio vacío que se encuentra entre nosotros que aísla y ahoga.
Yo hacía fotografía, algo de música, incluso escribía regularmente, y ya no hago una puta mierda, escusas para ello tengo mil, pero creo que la única verdadera es que ya no me sirven para nada, y es que eran una utilidad, me ayudaban a relacionarme, me ayudaban a sentir que algo salía de mi, que construía y formaba parte de un algo, pero siento que al igual que aquellos amigos que perdí esto también se perdió porque elegí una vida en la que eso no cabía, una vida en la que todo eso no estaba y es la vida en la que estoy. Aquí no hay espacio para esas cosas, no hay cabida para las cosas que había en el pasado, por el hecho de que esas cosas son el pasado mismo, no son sueños de esperanza y futuro, no son más que lamentos del pasado que se quedarán allí, en su charca de agua putrefacta, rodeada de lanchas repletas de hachís y de luces azules que cortan el cielo de la noche oscura.
Sólo me queda vivir lo que sé que tengo y adaptarme a lo que tengo y no vivir del recuerdo de lo que tenía.
Ya lo leí en tu blog. Ciertamente estoy enganchada a los albaricocos estos.
ResponderEliminarProfunda y sentía reflexión, hermano albaricoque. "No arruines tu presente por un pasado que no tiene futuro", me dijo el Coro una vez.
ResponderEliminarEse abismo que describes, da vértigo, mucho... Contemplar ese hueco sobrecoge a cualquier condor de nuestra calaña. Pero la vida es riesgo, al fin y al cabo. Y ese riesgo, un conflicto diario de toma de decisiones...
Aiins, en fin, para no desentonar con mi particular filosofía humanista, te comento que me siento tremendamente orgulloso de que las variables espacio-tiempo no dependan de nuestra amistad y te mantenga a ti y al resto de mis albaricoques queríos tan intensamente en mi esencia ingrávida.
ONELOVE