Pages

lunes, 7 de enero de 2013

De Alejandro Jimenez (porque el muy tonto no es capaz de subirlo por su cuenta, así que le toca al moro el trabajo sucio)

Madre misericordiosa, a mi mente vienen los fútiles recuerdos, cuan mansos y efímeros son ellos, que ni en un millón de años podría aprovechar su savia que ha llenado mi alma durante años. Oh madre bondadosa, ahora os oteo desde la lejanía del universo, gélido y pasajero, cruzándose entre nebulosas, recuerdos, abrazos, jazmines danzando en el viento y los tiernos juncos que tú y yo pisamos que ahora son motas de polvo desde mi basamento.

Acaricio vuestro pelo en la lejanía y lloro vuestros lamentos cuando ellos llegan a mí como si vos y yo fuésemos uno. Os veo ahogada, madre, por la pesadez del mundo que atisbo con los ojos entrecerrados, ahogada por la metralla que os baila y os susurra dócilmente al oído que vuestro deceso se aproxima. ¡Aguanta madre!, no dejéis que la barbarie os lleve y extirpe vuestro espíritu, besa los juncos aplastados por los remiendos que me hicísteis, porque sigo estando ahí, a tu lado. ¡Aférrese, madre!, arañe la vida hasta hurgar en sus huesos y zarandéelos hasta tenerlos a vuestros pies, aplaste todo yunque, cadena y bala que a vos se interponga con la misma pasión que siempre te ha guiado. ¡No llore, madre!, ni la más inevitable hecatombe podrá escupir sobre nuestro amor; ni dictador, ni guerra, ni aunque sean mil soles los que exploten no podrán desvanecer la incuestionable predilección y adoración que a vos proceso. No caigais en el desespero y en el vilipendio, pues la luz se abre paso entre la oscuridad igual que una supernova cruza la inmensa negrura en la que me hallo, levantáos una y otra vez con vehemencia hasta que vuestras rodillas se desvanezcan y hasta que vuestras piernas se claven en los mismos infiernos. Vivid, vivid, vivid y gritadlo hasta que el mismísimo Dios se estremezca, caiga de su trono y lo repita a vuestro son, vivid.

Piadosa madre, blanda su pasión junto a sus hermanos hasta que la barbarie sea su mascota, sea el agua lava y la roca polvareda, la tierra infinidad y el cielo fugaz. Mi deidad y mi dogma, madre, rample las calles y sonría con su abrumadora jovialidad, su aplastante humanidad y su encantadora pureza, puesto que si vos asentáseis los cimientos del mundo ni tan siquiera existirían las líneas que escribo, ni la metralla que os baila y os susurra, ni yunques, ni cadenas.

2 comentarios:

¡Estás a punto de escribir un comentario en el Colectivo! ¡Es un momento muy importante para ti! y un gesto de agradecer por nuestra parte. Recuerda ser todo lo respetuoso que te sea posible y sobre todo ten una buena dicción. Si es necesario busca las dudas en Google. Hagamos de internet un mundo más legible.
Gracias.

Atentamente: el Departamento de moderación y buenos hábitos de C.A.