''Dinero, sólo eso. No mucho. La séptima parte de lo que él y yo llevábamos encima.
Sí, a mi también me lo pareció, pero le repito que usted no vio lo que nosotros vimos. Nada le hubiera parecido raro después de aquello. Ni el mismísimo satanás montado en motocicleta nos hubiera parecido fuera de lo común.
Le dimos la plata y nos fuimos para la puerta. El pendejo portero no nos dejó pasar hasta pasados 10 minutos, el tiempo que tardamos en perder definitivamente la paciencia y empezar a golpearle.
No, el no fue el primero. Seguía tan vivo como lo trajo su mamá al mundo cuando llegó la policía. Pero igual de dormido que lo dejamos tras varios puntapiés en la cabeza. ¡No sabe lo que duele un puntapié en la cabeza! ¡Uno se hace mierda el pie!
Ya hace 17 años que no siento ninguno de mis pies.
* * * * *
Allá adentro uno podía encontrar al tipo de mujer que se le antojase. Las había peruanas, chaparras y con más pelo en la cara que usted, pero arrojadas en los asuntos de cama, créame. También había chilenas, bolivianas, e incluso algunas vietnamitas. Como lo oye.
Marco se quedó rápidamente con la primera que se le vino en gana. Al principio yo creía que estaba divirtiéndose.
No, me refiero a la chica. Yo creía que ella se lo estaba pasando bien. Luego cayó al suelo. Él la levantó de un jalón de pelo y se la llevo arriba.
Nadie se atrevió: no más se dieron cuenta de lo que pasaban ya andaba yo con el fierro en la mano. Un inmenso pistolón como los de película del oeste. Nadie tuvo arrestos de moverse.
Se empezaron a oír ruidos arriba, donde las habitaciones. Al principio eran golpes, el sonido de la carne contra la carne, como cachetadas. Luego muebles moviéndose. Por último medio grito, no más, un gorgoteo y entonces nada.
No debí ser el primero en verle porque me giré al tiempo que un de las putas empezaba a gritar. ¿Sabe? Las putas se diferencian entre sí principalmente en la cantidad de plata que te quieren sacar, pero cuando gritan uno ya no las distingue; uno ya no sabe siquiera si trata con mujeres o gallinas de corral.
A Marco, en lo alto de la escalera que llevaba a las habitaciones. Estaba manchado, mojado de agua, con algunos arañazos en la cara y un par de gotas de sangre en la camiseta.
No consigo recrear lo que sentí, y no me entienda mal: no sentía lástima o miedo. Simplemente no creo que estuviese sintiendo nada en aquel momento. Solo le miré fijamente, como a la espera de lo siguiente. La suerte quiso que otro grito me alertase. Casi de milagro logré darle plomo al gerente del bar que ya me apuntaba con tremenda escopeta. Por momentos me sentí pato de feria.
La segunda víctima... así lo llama usted. Para mi ese hombre jamás ha existido. Ni él, ni esa noche ni nada.
Pero sí, supongo que él fue la segunda persona en morir esa noche en ese burdel.
''Se rompió''. Eso fue lo que él me dijo. Sólo eso. Cuando subí a mirar pude imaginarme que lo que se rompió fue el cuello de la muchacha. No soy médico pero cuando uno puede mirar a su espalda sin girar la cabeza algo no debe ir bien.. También tenía un brazo como rama de olivo, dos o tres codos nuevos.
Por supuesto, teníamos miedo. Ninguno lo dijo pero teníamos mucho miedo. Y el miedo le hace a uno actuar de forma equivocada. Y las mujeres... algunas empezaron a llorar, y no callaban. Así que empezamos a... bueno, a gritarle que callasen.
Sé perfectamente lo que hicimos.
No intento excusarme.
Pero fue rápido para la mayoría. Un disparo en la cabeza. Lo que no calculamos fue que por cada una que silenciábamos, dos o tres más se ponían a llorar. Por fin se callaron, y solo gracias a que encontramos más balas en la oficina del gerente. Debimos de armar mucho escándalo porque no habían dado las 11 cuando empezaron a sonar sirenas.
trolero
ResponderEliminarAxantao.
EliminarPero gracias por el comentario 😊