De mi cuaderno. Relatos oscuros.

[...]El sonido fue metálico esta vez. El hacha había caído por cuarta  vez sobre el pecho desnudo de la niña, y en esta ocasión ya nada la separaba del suelo: ni piel, ni carne, ni hueso...

La sangre comenzaba a cuajar, expeliendo un ligero vapor que se mecía en la turbulencia del aire a ras de suelo. Parecía que el mismo espíritu de la chiquilla se evaporase de sus entrañas aún calientes. 

La furia con la que había asestado los golpes, esa demencia animal, había sido causa de que en a penas diez segundos hubiesen quedado al aires por primera vez todos los componentes internos del pecho infantil de la muchacha.

En suma no había mucho: algunos bordes visibles de costillas y cartílagos, un amasijo de carne rosada que otrora fuera un pulmón izquierdo, secciones de la clavícula y múltiples astillas de una escápula triturada por el acero poco afilado. Casi romo. 

El recorrido total de los cortes iba desde la parte media de la clavícula izquierda avanzando de forma oblicua hacia el centro del tórax, hasta la punta del esternón. Un conglomerado de un rojo oscuro se abría como rosa madura en el centro de la herida. ''Su corazón''.

                                                                  * * * * *

Por fin se detuvo a observar su obra. Un par de mechones le caían sobre la frente sudorosa. ''¿Sudorosa o ensangrentada? No sé, no voy a mirar''. Con su mano derecha la abarcó de sien a sien, y se peinó hacia atrás con la palma abierta.

''Ya no hay sitio para el arrepentimiento, no cabe'', se dijo mientras la brutal agitación de su cara se tornaba en calma mortal. 

Dicen que hay cosas que hieren el alma de forma tan profunda que jamás se puede sanar la la lesión, quedando el observador emocionalmente catatónico. Por desgracia la realidad no es tan misericordiosa: un hombre joven que acaba de asestar cuatro hachazos a una criatura totalmente indefensa tiene un semblante serio porque no existen músculos en la cara para representar el gesto acorde a su emoción. No es capaz el cuerpo de mostrar la muerte del espíritu salvo por pequeños detalles.[...]

Ninguna niña sufrió daño alguno durante el desarrollo de este relato. Tampoco el hacha. Pido disculpas de antemano por cualquier error ortográfico, semántico, léxico o gramatical.