En un día claro y caluroso de verano, con la brisa.
La cultura es tan necesaria. El arte es vital. Me he dado cuenta, lo he descubierto, para mí: no hay personas si no hay arte y no hay arte si no hay personas. Si dos cosas son tan necesarias para sí, tienen que estar contenidas en la misma entidad, en el mismo objeto, o como poco formar parte esencial de su existencia. Aquí hago un poco de trampa con el lenguaje, ya que si lo piensas, el arte afecta la vida de las personas de forma incalculable -creo que es la palabra más adecuada, la he elegido en concreto- pero el arte no genera la vida de las personas. En cambio, son las personas las que generan el arte. Por tanto tendríamos que remontarnos un paso atrás:
La cultura es tan necesaria. La capacidad artística es vital (vital, que forma parte o se refiere a la vida), ya que cada vida es puro arte, desde el átomo al amor, y no existe criatura viva que no pueda maravillar al sentido artístico innato a nosotros, los benditos. Una persona conoce la belleza como conoce la altura, la profundidad o el color. Cada uno en su propio marco. La belleza es algo en lo que ponemos tanto esmero que la deformamos y la criticamos si no sabemos apreciarla. A los siete años la belleza es de débiles, a los 13 de idiotas, a los 22 es exaltación innecesaria... Más adelante ya no tengo registros, pero creo recordar que antes, de pequeño, la belleza era sólo la belleza. La calidez, el contraste de un mundo afilado y blando, la zona de seguridad de los brazos de mi madre o de mi padre, que eran los más guapos del mundo. Y cada arruga me las sé yo, que las de mi padre las cargo y las de mi madre me las aprendí en su regazo.
Qué tontos somos olvidando eso. Será que ya no es necesario. Todos sentimos que algo se ha perdido en lo que llevamos de camino. Algo se rompe en la infancia y es como desvirgarse en lo frío de la vida. Pero siempre hay belleza alrededor si la dejas salir de ti. Y normalmente, los demás actúan como reflectores: así de artística es la naturaleza, que tiene su impronta en algo tan tonto como contagiar una sonrisa. Veo cosas así y recupero la fe en la belleza. Sobretodo la que venía con inocencia a su lado, antes.
Pero incluso ahora, en momentos de mi ánimo que podríamos definir como más bien bajos, o raros, puedo ver y veo la belleza por todas partes. Incluso, como los niños cogen flores y hacen collares, cojo mi capacidad de apreciar el arte y la mezclo con mis conocimientos, mis sensaciones y mis reflexiones generando nuevas formas. Me parece hermosa la imagen de las cajeras del Dia del Estadio esperando en la parada del bus cuando salen, todas de rojo. O mi cocina cuando la limpio a fondo.
Ahora o es banal o es estridente. Será la edad. Pero la belleza está siempre, porque salta de ti a los demás y te los pinta hermosos y el mundo te lo suaviza, pero nunca se va muy lejos: tú eres su casa.

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