Corrían despavoridos.
La temperatura era insoportable, el olor a quemado muy penetrante.
El humo lo invadía todo, pero les marcaba el camino que no debían seguir.
Corrían aterrados.
La manada avanzaba levantando una gran nube de polvo.
El sol calentaba la sabana, mientras corrían,
en dirección contraria al peligro que sin duda creían cierto.
Corrían,
Las explisiones se sucedían al otro lado de la calle.
Gritos, llantos, ruido.
Corrían desconsolados sin dirección, no sabían que peligro era mayor,
el de los hombres de uniforme o el humo y la metralla.
La vida no es una puta, no somos ningún Dios.
Sólo el miedo a morir.
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