No
se de dónde me salen las ganas de vivir, el fuelle, la gasofa, ese
algo que me impulsa a seguir deambulando día tras día por estas
calles. He perdido toda fe en la humanidad y aquí me tienes, sigo de
pie, rezumando palabras desde la boca de mi estómago; dicen que el
hambre agudiza el ingenio. Qué hijos de puta. Menudo humor más
retorcido tienen. Igual que yo; quizás sea por eso por lo que estoy
aquí, con mis plagas en la boca, rompiendo tablas, porque me río de
todos vosotros. Tengo el humor más negro que el pozo en el que vivo.
Realmente me gusta. Por eso sigo aquí. Me gusta embadurnarme con la
mierda que va soltando la gente a su paso, rastreo su hedor y me
embriago; me encanta, realmente me encanta, todos estos deshechos que
conforman la Historia, me hacen gracia. Soy fiel a mi condición
deplorablemente humana porque soy consciente de la porquería que
llevo dentro. De ahí surge el humor. Es un saber estar, un saber
dónde y cuándo, ya sabes, poder mirarte desde fuera y olerte y
saborearte y decir "¡joder, qué puto asco! ¡Y todos sois como
yo!". ¿Te vas a comer ese trozo de pizza?.
Le llamaban El Turco porque tenía un bigote muy grande. Siempre lleno de migas de pan, o de cualquier cosa que se pudiese llevar a la boca. Era una aspiradora callejera. Nadie sabe su historia, y créanme, realmente a nadie le importa.
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