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miércoles, 8 de mayo de 2013

Oda a un pájaro encerrado








Afloré al primer atisbo del mundo confinado en un plácido  cascarón, acariciando y palpando suavemente sus quebradizas paredes, levitando paulatinamente en el acogedor vitelo, abriendo mis primigenios ojos viendo germinar cada parte de mi ser, adivinando las sutiles y veleidosas sustancias que me abrazan en mi apacible éxodo, de un lado a otro. . . De pared a pared. . . Percutiendo insistentemente. Cada impacto es el reflejo de un nuevo advenimiento, una ventana abriéndose al exterior, la brisa corre sosegada acariciando la quietud de mi rostro, cada brizna de hierba danzando al son de la lluvia que se abate y muere sobre la tierra. Cada montaña alzándose imperativa sobre los cimientos del mundo, cada paso del venado que levanta su cornamenta tras el rumor de un vendaval, cada efímero paso de cada ser vivo que campe las virtudes y las carencias de cada kilómetro creado y por crear. El reflejo de las lágrimas y las sonrisas de dos niños en los extremos de un mapa, dos lozanos que quieren a un padre y a una madre, que amarán a una mujer y a un hombre, que venerarán la existencia de otros dos niños que permanecerán impasibles en los mismos extremos, carcajeantes y gimoteantes.

Por cada surco que se resquebraja en mi cascarón, por cada fulgor del Sol que se abre paso ante mi mirada, más percibo vuestras dóciles sonrisas, más me figuro la incondicionalidad de la pasión de una madre, más lo advierto todo empujándome a lo infinito de la existencia y a lo inevitable del deceso. Entonad conmigo alabanzas a la vida, hacedlo conmigo mientras tengáis años por los que cantar, una canción que irá desvaneciéndose en los devenires del tiempo pero que continuará besando los oídos de generaciones venideras en un progresivo y dulce fallecimiento. Por mí y por los que están por venir, que cada jaula que nos recluya sea poco menos que nuestra morada, que la desolación sea ofrenda, que cada centímetro de encierro sean kilómetros sobrevolando vastos prados. Jamás se turbe por el pavor a volar pues a su lado tiene a alguien que extirparía todo ese miedo para cargarlos consigo para siempre. Alza bravío tu mano y arrulla la luz que por primera vez nos baña, zambúllete valiente en las turbias aguas de la vida y bucea por los ricos parajes que allá habitan. Solo importa eso ahora, aférrate recio a mi mano y seré tu guía, pues debemos postergar los osados temores hasta el último murmullo de nuestro aliento. Viviremos encerrados y confinados, quizás no advirtamos jamás la luz que ahora nos saluda, incluso olvidemos la música del batir de nuestras alas, pero que un solo paso nuestro hacia la existencia hunda cordilleras y seque océanos, porque fuimos creados para volar.

1 comentario:

  1. Abusante. No parece que seas la misma persona aquí que en la vida real.

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