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lunes, 18 de marzo de 2013
Verdades como nabos de negros.
El que ha traicionado entiende mejor el perdón que se le da al traidor. Y así casi con todo, es lo que he ido aprendiendo en estos 20 años. Que las cosas se repiten, que el mundo tiene un estructura muy clara y que por su interior va creando galerías un gusano llamado a veces casualidad.
¿Recuerdas cuando estudiabas ciencias y te decían que la materia no se destruye? Cuando uno se ponía a pensar y llegaba a la conclusión de que lo átomos que lo forman pudieron formar parte de un dinosaurio. Pues nosotros somos los dinosaurios y nuestro dolor es tan antiguo como la tierra. Así que finalmente las especulaciones sobre la identidad, sobre la individualidad, todo eso, al traste.
Lo único que nos hace es el presente. Así que solo si tu voz es como la luz de un rayo, rápida, podrá dar fe de lo que es tu persona. Solo si hablas en el lapso entre la oscuridad y que se encienda la bombilla podrás explicar de forma más o menos acertada qué eres.
Lo demás son sueños, cosas que algo te dice que pasaron, que existieron alguna vez, que hay algo llamado tiempo.
La gravedad es más real, ya que nadie flota en la atmósfera, y aún así le damos menos importancia que al tiempo. Y este solo puede ser creído, pero no entendido.
A veces me molesta mi apatía. Pero llevo años sabiendo que todo es una trampa de mi cerebro. Por la pérdida de tiempo que solo puede ser medible como mi energía que se escapa en darle vueltas a dolores imaginarios. Así que de alguna manera, me cuesta la vida...
Y por eso me ataca la sensación de que se me escapa.
Pero a ti te encanta escucharlo de labios de otros. A mi también. Porque dentro del edificio de la humanidad existe un departamento de divulgación tan necesario como la sangre. Necesitamos escuchar y ser escuchados como mear o movernos. E incluso cuando somos escuchados y escuchamos podemos desarrollar nuevas formas de necesidad: necesitamos, porque nos gusta, ser la voz de más de una sola persona. REPRESENTAR.
Porque nada es más real en la humanidad que lo que todos aceptamos, el punto de convergencia de muchas luces que alumbra parte del agujero en el que nos encontramos. Y no siempre vemos la verdad en lo que iluminamos.
Pero es placentero estar de acuerdo, sobre todo cuando podemos estar en desacuerdo ante una tercera cosa.
¿Ves como todo tiene estructura?
Salir un viernes al centro de bares no es algo divertido en sí. Pero ofrece pistas para el que quiera verlas. Nada ofrece más pistas que una persona que no sabe que está siendo observada. Todos nos avergonzamos a veces en privado de lo que hemos hecho en público. Cada uno se pone sus excusas pero lo cierto es que no deberíamos excusarnos de la lepra en una leprosería.
También he descubierto en este tiempo que en las grandes artes, muchas obras muy respetadas redundan en conceptos muy simples, muy cercanos y comunes. Hay muchas más canciones al amor que al placer de limpiarse los oídos con un bastoncillo. ¿Y debo creer en el azar? No con las personas. Las personas no son azar, son una... somos una forma superior de algoritmo. Y si creemos lo contrario, si creemos en el libre albedrío y en la individualidad es solo porque somos tan complejos que no hemos llegado a entendernos. Pero en lo que lo hacemos o no, seguimos vivos. Y mientras estemos en el agujero, del que creo que no saldremos nunca, hay que moverse. Porque sino, ¿qué vas a hacer?
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