De Alejandro Jiménez
En la alcoba traveseábamos tu y yo, embarullados entre sucias sábanas en un piso bajo donde la luz no alcanzaba. Tú jadeabas poderosa alzándote sobre mí, mostrando cada surco de tu espalda, implorándome más, mientras cada brizna de tu pelaje se paseaba por mi rostro. Y el impúdico olor de tu pelo aún me asalta algunas noches recordándome la más grande de mis carencias: Tú.
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